domingo, 4 de marzo de 2012

DJIBLOHO


Que cada uno lo pronuncie como pueda. ¿Por qué todos los dictadores cuando tienen algo de dinero se empeñan en hacer obras megalómanas? Ahora resulta que Guinea Ecuatorial necesita una nueva capital. Os podéis imaginar, Guinea necesita urgentemente tener su Brasilia o Abuja. No me quiero imaginar cuanto puede costar un proyecto de semejante magnitud pero bueno, en Guinea hay petróleo así que parece que hay barra libre de petrodólares. Ya sabes, si tienes un proyecto pero no consigues dinero para financiarlo por culpa de los recortes, la palabra de moda en Europa, te sugiero que pruebes en Guinea Ecuatorial. Allí los dirigentes, perdón, el dictador y sus allegados,  no se van a fijar ni en las cifras ni en los detalles y, además, parece que quieren pasar a la historia como otro clan dictatorial que se dedico a derrochar el dinero de su país.
 Obiang, por más que quiera limpiar su nombre, no va a pasar a la historia como el gran estadista, filántropo y padre de la patria que se imagina que es. Algunos de sus lacayos ya le llaman el Mandela guineano. Lo confieso, la primera vez que lo escuche casi me desmayo del susto. Mandela solo hay uno y, por algo más que mala suerte, no es guineano. Obiang es el anti-Mandela. Mandela luchó por la libertad, la justicia y la democracia en Sudáfrica. Obiang es un dictador que se formó como oficial en la España franquista, formó parte del aparato represor de la dictadura de Macías y desde 1979 administra Guinea Ecuatorial como si fuese su finca privada. Mandela luchó por instaurar la  democracia en su país y una vez conseguido ese objetivo se hizo a un lado. La verdadera democracia no admite personalismos. Obiang en cambio busca la perpetuidad en el cargo como la buscó su tío Macías. Como os comentaba antes, igualito que Mandela.
 Obiang ha llegado a afirmar que el pueblo guineano es un pueblo de vagos y que él es un dictador porque “dicta las normas”. Aunque algunos nuevos ricos guineanos no lo crean, algún día, el petróleo, se va a acabar. Cuando llegue ese día, Obiang estará muerto y a nosotros, los guineanos, este pueblo de “vagos”, nos tocará pagar sus deudas.

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